miércoles, 3 de junio de 2009

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Redacción. La República.

El caso de Giuliana Ramírez Ugarte (29), la joven que denunció a su padre de violarla durante 16 largos años, tiene tantas aristas como opiniones encontradas. Por un lado aparecen las emotivas declaraciones de la muchacha que con voz temblorosa revela su caso ante la prensa; y por otro, surgen versiones policiales que persiguen las huellas de épocas pasadas y chocan contra una verdad algo difusa.

Según Dora Garrido, abogada del Movimiento Manuela Ramos –que se está haciendo cargo del caso–, los diagnósticos elaborados por los psiquiatras durante el proceso revelan que el policía Robinson Ramírez Quintanilla –acusado de violar a su hija mayor– es inseguro, manipulador, suspicaz, egocéntrico, capaz de vulnerar normas morales, sociales y legales.

Mientras que los resultados de Giuliana –según su defensa legal– arrojan la autenticidad y coherencia de sus declaraciones. Inclusive, agregó, la muchacha fue sometida a pruebas de la verdad para comprobar su aterrador relato, en el que ella es víctima de vejámenes sexuales desde los 7 hasta los 23 años.

Pruebas de la verdad

“Cuando inicié el proceso judicial, él (su padre, Robinson Ramírez) me dijo: en la casa todos te perdonamos, pero acuérdate de que a los hijos que denuncian a sus padres los desheredan”, comenta Giuliana cuando rememora los días en que debía encontrarse con su supuesto agresor para declarar ante la justicia. “Él me seguía culpando de lo que pasó, de que le pegara a mi madre y de la desintegración de mi familia. Yo considero que él es un monstruo”.

Esa atribución de culpa es una de las características más marcadas entre las personas que fueron violadas desde niños, detalla el presidente de la Red Peruana Contra la Pronografía Infantil, Dimitri Senmache.

“Los violadores no actúan con violencia física, sino más bien con violencia psicológica. Así convencen a sus víctimas de que el abuso es algo natural. Entonces los niños se sienten culpables y no se atreven a comentarlo con nadie porque creen que se han portado mal y que todos le creerán más al adulto”, explica el especialista.

Las fuentes agregaron que durante el proceso el policía acusado rechazó haber violado a su hija y alegó que ella lo estaría acusando por oponerse a la relación amorosa que mantenía con su primo, un vínculo que no permitía por ejercer la religión católica.

No obstante, Doris Torres Pérez, la psicóloga del Centro de Salud Mirones Bajos, quien brindó ayuda psicológica a Giuliana desde antes de empezar con el proceso penal, da fe del mal anímico por el que atravesó la joven. “Ella llegó muy afectada psicológicamente, tímida y sumamente avergonzada. Su diagnóstico inicial fue trastorno depresivo con síntomas somáticos, es decir, cefaleas, pérdida de interés por cosas que llaman la atención, dependencia y baja autoestima”.

“Ella no llegó a mí a denunciar. Ella llegó porque un familiar de ella, que se atendía conmigo, le recomienda asistir a recibir ayuda psicológica. Y ha ido mejorando de a poco mientras se daba cuenta de que su padre no cumplía el rol que debía cumplir y que ella no era una ninfómana, como él le había hecho creer”, precisa la especialista.

La Fiscalía pidió 12 años de pena para Robinson Ramírez, sin embargo, para la Segunda Sala Penal Permanente de Reos Libres, de la Corte Superior de Lima Norte, las pruebas no fueron suficientes. El caso está en manos de la Corte Suprema, instancia que marcará el desenlace de esta triste historia.

Claves

Sanciones. El Código Penal Peruano establece una pena no menor a los 30 años de cárcel para todo aquel violador “que tuviese cualquier posición, cargo o vínculo familiar que le dé particular autoridad sobre la víctima o le impulse (a esta) a depositar en él su confianza”.

No prescriben. El país está trabajando para que los delitos de violación contra menores de edad no prescriban y así se puede permitir que agresiones de este tipo no queden en la impunidad.

Casi el 50% de violadores son familiares

El presidente de la Red Peruana contra la Pornografía Infantil, Dimitri Senmache, precisa que los adultos que abusan de un menor son incapaces de retener sus impulsos sexuales, sin importar que se trate de un hijo o familiar.

“Incluso el 80% de los casos de abuso sexual infantil son realizados por conocidos de la familia de la víctima; mientras que, en el 45% de las veces, el acto es cometido por parte de familiares”. Los estudios al respecto revelan además que de este último porcentaje la mitad de las oportunidades se trata de padres que cometen aberraciones sexuales contra sus hijos.

Senmache asegura que los casos en los que la madre y la familia le dan la espalda a la víctima y brindan su apoyo incondicional hacia el agresor no son muy comunes. Sin embargo, precisó que existen muchos casos en los que, contra todo pronóstico, son los miembros de la propia familia quienes culpan a la agredida de haber destruido el hogar. “Es una suerte de protección hacia la persona que representa usualmente el sustento económico de la casa”.

Los daños psicológicos después de una violación son irreversibles, asegura el especialista en temas de pornografía infantil. “Las víctimas pueden llegar a asumir lo que pasó y superarlo, pero cuando la familia y la sociedad las culpan de lo que pasó, ellas se empiezan a sentir solos y terminan teniendo secuelas muy marcadas en su vida”.

En esos casos, agregó, los agredidos se pueden inclinar por conductas muy promiscuas o huyen del tema sexual con temor profundo a mantener una relación, llegando incluso a alejarse del sexo opuesto. No obstante, con un tratamiento psicológico a largo plazo, las cicatrices se irán cerrando poco a poco.

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