Abuso sexual, recuperación, culpa, vergüenza, mecanismos para enfrentar el trauma, adicciones, automutilación, suicidio… son palabras avasalladoras. Estoy cansada de escucharlas, estoy cansada de sobrevivir. Muchas personas me dicen “estoy contigo”, “cuentas conmigo”, “si necesitas algo…” pero la verdad es que estoy sola, me siento sola, incomprendida… las personas que me conocen mejor me dicen que lo olvide, que lo deje atrás, que me gusta vivir en el pasado, incluso hay estúpidos que dicen que me gusta sufrir…
Nadie entiende. Estoy sola en este camino sin fin…
Terapia, libros, hablar de mis sentimientos, hablar de mis recuerdos, ¿cuáles, los bloqueados o los dolorosos?... el típico échale ganas, todo depende de tu voluntad… nadie entiende.
Así transcurrían los años en los cuáles estaba tratando de recuperarme del abuso sexual infantil y de los años que le siguieron. Esos años en que hice todo lo posible para destruirme, para castigarme por haber permitido el abuso, esos años en que caí desde la alcantarilla hasta el infierno y miles de demonios me vejaron, me dañaron, me pisotearon…
Llegó el inicio de la recuperación con un intento estrepitoso de suicidio, no el primero, pero sí el más consciente, el más lacerante, el más hiriente porque por primera vez sabía por qué estaba tratando de matarme. Porque por primera vez sabía que era verdad, que no lo había imaginado, que no era una niña de mente retorcida que imaginaba tanta basura. Por primera vez sabía que había sido víctima de abuso sexual infantil.
Había sido víctima… había sido… ya no… ahora no se me permitía usar la palabra víctima; a partir del inicio de la terapia tenía que decir soy sobreviviente. ¿Sobreviviente? ¿Acaso esto es estar viva? En ese momento no entendía el significado de la palabra sobreviviente, pero una cosa sí tenía bien clara, la palabra víctima me causaba repulsión.
Traté por años de obtener la compasión de quienes me querían, no la lástima, sino la empatía; la comprensión de lo que había vivido y de cómo eso no había terminado hacía 13 años. De cómo me había estado afectando todos estos años. Nunca comprendieron.
También traté por años de encontrar la respuesta a ¿por qué? A tantos porqués. Jamás la encontré y ahora sé que no hay respuesta, no puede haber respuesta.
El haber iniciado una terapia y leer libros y libros sobre el tema y otros tópicos relacionados con el abuso y con las secuelas del abuso no resultó en dejar de poner en marcha los mecanismos de defensa del subconsciente, ni dejar de repetir una y otra vez las conductas autodestructivas que eran la única forma de ser que conocía entonces.
Y leía que iba a sanar, que se iba a acabar, que algún día no me comportaría así, que algún día me sentiría feliz, que iba a salir de este túnel de dolor… pero no lo creía, simplemente no lo podía creer porque por más que miraba hacia atrás en mi vida, no podía recordar un momento en que me hubiera sentido feliz, sin miedo, confiada, con esperanza… no conocía ningún otro sentimiento, no conocía otra forma de vivir.
El caos era mi sobrenombre y si no había caos yo me encargaba de crearlo. Y en terapia pensaba, soy una farsante, nunca sanaré, nunca saldré de esto… y me dolía tanto, tanto, la terapia, las lecturas, las películas para entender… que ya no quería saber nada más. No quería volver a escuchar abuso sexual, no quería volver a pensar en el abuso sexual, sólo quería apagar la luz y no volver a saber nada, sólo dejar de existir…
Pero no lo hacía, seguía y seguía… supongo que se trataba del instinto más básico de todo ser viviente… el instinto de superviviencia, la autopreservación…
Todo lo que había venido haciendo después del abuso y después de iniciada la terapia no era otra cosa más que instinto de autopreservación, sólo que antes de la terapia y de tantos libros mi instinto estaba un tanto mal encaminado, me había permitido lograr el objetivo, mantenerme con vida, pero a qué precio…
Ahora, con tantos libros, con tantas sesiones, con ayuda del grupo, me daba cuenta que ese mismo instinto tendría que ser canalizado en una mejor dirección…
Que tarea tan titánica, por dónde empezar… que agotador resultaba el solo hecho de pensarlo… mejor no, mejor dormir, mejor correr, mejor estudiar, mejor otras cosas pero no enfrentar los pedazos de mi vida. Pensaba, no voy a poder. Es demasiado, es inhumano, no es para mí. Pensaba también y si puedo mantenerme viva enfocándome sólo a respirar y me olvido de ser mejor, de ser feliz, de alcanzar el nirvana… total si nadie es perfecto, si todos tienen sus propios demonios, si he podido vivir hasta ahora así, mal, pero sigo viva…
Y así pasaban los días, las semanas, los años… a veces los minutos parecían eternos y pensaba en vivir 1 año más y me parecía imposible… y me preguntaba cuánto más falta, cuánto más…
Miraba a mi alrededor en busca de salidas de emergencia…
Estaba agotada de sobrevivir…
pero entonces un día me di cuenta que no estaba pensando en el abuso, no había recordado a mi agresor en varias horas, que no había pensado en mi triste y lastimera infancia, sino en las persecuciones en bicicleta con los niños del vecindario donde crecí, en las carreras de tortugas, en mis ranas verdes, en mis ochos de la universidad y mis dieces del posgrado, en lo bien que me sentía en mi nuevo empleo y en el hombre que me invitó a salir… de pronto mi vida era algo más, de pronto podía bajar la guardia y el mundo no se venía abajo…
…de pronto comprendí que soy feliz. Mi vida no es perfecta pero es vida. La recuperación es posible.
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