jueves, 11 de julio de 2013

La educación de la subjetividad masculina y femenina y su relación con la violencia sexual

En dos artículos anteriores, escribí sobre las estrategias que utilizan los abusadores sexuales para cometer el delito en contra de niñas, niños y adolescentes. En esta ocasión, quiero abordar cómo la forma en la que se educa la subjetividad femenina y masculina interfiere en la expresión de la violencia.    

Ya sabemos que el sexo con que nacemos determina el rol que la sociedad elige de manera diferenciada para hombres y mujeres. A través de la socialización (familia, religión, escuela, instituciones, medios de comunicación, amistades) se crean dos grandes cosmovisiones: la femenina y la masculina, en la cual lo que se les enseña a cada una son diferentes formas de percibir y vivenciar el mundo.

A cada género (masculino y femenino) se le enseña a comportarse sobre la base de roles. A los hombres se les enseña a ser agresivos y competitivos mediante juegos, a ser fuertes y no llorar, no mostrar emociones como la ternura y no parecer inseguros. A la mujer se le educa con mensajes contrarios: se le incita a ser tierna, maternal y cuidadora, se entrena con juegos de tareas domésticas y se le estimula a que acate, escuche, acepte y cultive emociones “femeninas”, tiene permiso para llorar pero no para ser agresiva. Desde pequeñas han aprendido que su palabra no tiene importancia, no merecen ser escuchadas, su identidad la construyen desde su mundo interior.


A la mujer se le educa para cuidar y mostrar su cuerpo, pero no para cuidarlo ni sentirlo que es de ella, sino mostrarlo para que sea gustado por otros y otras. 
Por otro lado, a los hombres se les educa a concentrarse en el cuerpo de las mujeres como un objeto y una imagen, no como una expresión integral de un ser humano completo. El hombre aprende a muy temprana edad que las mujeres le pertenecen: dominar, mandar, representar, protagonizar, poseer, se constituye en las fuerzas motivadoras más importantes de la masculinidad tradicional.

Los hombres están obligados a demostrar su heterosexualidad desde una relación de dominio hacia las mujeres, deben apropiarse de su cuerpo y demostrar poderío y conocimiento sexual, siendo potentes, llevando la iniciativa, teniendo relaciones sexuales con varias mujeres, embarazándolas y haciéndolas parir.

Frecuentemente, los hombres reciben educación e información sexual en situaciones en que la competencia, el cumplimiento exigido y la fanfarronería dominan la escena, han sido enseñados a actuar, competir, trabajar e incitar en materia sexual. Por el contrario, con las mujeres no se habla de este tema, porque se cree que no haciéndolo retarda el inicio de la vida sexual exponiéndolas totalmente, volviéndolas vulnerables.

Estos contrastes, claramente marcados entre hombres y mujeres, establecen las diferencias en las formas en las que se relacionan los hombres con las mujeres y en especial con las niñas, los niños y las adolescentes. Si lo masculino se vuelve el centro, lo femenino representa una amenaza y da miedo parecerse a eso.
Estos son solo algunos de los cimientos en los que se basan las relaciones abusivas de poder de hombres en contra de las niñas, niños, adolescentes y mujeres. En una sociedad donde se educa creyendo que ser hombre es un privilegio, se puede deducir que aquellos que cometen delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes saben que socialmente no se cree que lo hayan hecho, por lo tanto, tienen mayor posibilidad de no llegar a prisión, cuentan con mayores posibilidades de información y de dinero y  pueden burlar la ley. Aquí se conjugan la invisibilización social, la influencia económica o política y la impunidad que predomina.

Después de todo esto, surge entonces la reflexión: “Los hombres abusadores sexuales están claros de lo que están haciendo, porque no hay necesidad de estudiar tanto para darse cuenta de todos los escenarios les facilitan cometer el delito y continuar estando libres y sin culpas ni remordimientos”.

Por lo tanto, nos sigue tocando a hombres que no abusan y a mujeres continuar comprometidos con las niñas, niños y adolescentes desde una educación sobre la base de los derechos humanos, una educación que les enseñe a prevenir, a decir lo que no les gusta y lo que les gusta para que sigan creyendo que hay cosas que son recuperables, para que confíen y sientan seguridad.


Creado por: Karla Olivares Pérez






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