Abusos sexuales en la infancia.
Los testimonios de Charo y Joan, dos de los muchos que han inspirado la película 'No tengas miedo' de Montxo Armendáriz, prueban que los abusos sexuales sufridos por menores no son una ficción.
Juan Montané sufrió abusos por parte de su padre. Charo Segura fue violada por uno de sus hermanos.
Charo Segura Terapeuta y víctima de abusos Joan Montané Escritor y víctima de abusos Francina Madre que ha denunciado abusos a su hija.
Charo Segura Terapeuta
SU padre le llamaba princesita, pero su niñez no fue de color de rosa y, más que en un castillo, creció en una mazmorra. "Que yo recuerde los abusos empezaron a los cuatro años, tocamientos, lo de siempre, te va cautivando. Mi madre lo sabía y miraba hacia otro lado". El testimonio de Charo Segura es tan solo uno de los muchos que han inspirado la película No tengas miedo, de Montxo Armendáriz, estrenada esta misma semana. Un espejo en el que ésta y otras víctimas se ven reflejadas. "Parece una familia ejemplar, la niña toca el violonchelo, es una señorita muy educada, pero es el juguete de papá, es su posesión", resume, sabiendo, mejor que nadie, de lo que habla.
"Después del abuso, a lo mejor me llevaba a tomar horchata"
Si Charo hubiese atesorado un diario, sus primeras páginas estarían en blanco, onduladas por las lágrimas. Porque cuando su padre empezó a abusar de ella ni siquiera sabía escribir. "Es un juego muy sutil. Tu padre te mima, eres su tesoro, pero en el momento en que sobrepasa la barrera y hace un movimiento brusco, te quedas paralizada. Sabes que lo que está sucediendo no está bien, lo sientes, pero no le sabes poner palabras".
La víctima calla y, aun en silencio, implora ayuda a gritos. "Antes de que un niño pueda decir: Papá me toca o me baja las bragas, hay otras llamadas de atención. Hay niños que se hacen pis de noche, que tienen terrores nocturnos, que son muy rebeldes o introvertidos y que piden socorro: Mamá, no me dejes. Ayúdame. No quiero dormir sola", explica Charo, terapeuta y madre de dos niñas. Ella optó por encerrarse en su torreón, sola. "Me escondía detrás de las puertas, agachada. En el colegio no jugaba, siempre era la rara, no me involucraba con los niños, tenía una mirada triste, era muy llorona".
Su clamor no obtuvo respuesta y nunca se atrevió a delatar a su progenitor de viva voz. "No lo hice porque yo quería mucho a mi padre o creía que lo quería, porque al mismo tiempo que abusan de ti, también te cuidan. Es un chantaje emocional. Después del abuso a lo mejor mi padre me llevaba a tomarme una horchata y yo era la niña más feliz del mundo, era su princesa".
La separación de sus progenitores no terminó con su pesadilla. Uno de sus siete hermanos recogió el testigo. "Seguí siendo abusada, violada y maltratada. Teníamos que ir al colegio juntos, hacíamos campanas y me violaba. Decía que me enseñaba lo que me iban a hacer los chicos, que él era mi hermano mayor y que mejor me lo hacía él". La llegada del periodo, a los 12 años, puso punto final. "Cuando me vino la regla se terminó, por miedo, claro".
Su adolescencia transcurrió por los callejones más oscuros de Barcelona. "Me enfadé con el mundo, era muy violenta, iba con la peor gente, nos drogábamos, robábamos. Era una forma de protestar: a nadie le importo y me eché a la calle". La pérdida de un amigo la catapultó fuera de su autodestructiva espiral. "Se murió drogado delante nuestro y por primera vez en mi vida me dio la oportunidad de escucharme. ¿Realmente quiero acabar así? No, no merece la pena".
Ahora que, a sus 40 años, ya ha levantado cabeza, Charo asegura que lo peor de todo es el sentimiento de culpa. "El abusador te culpabiliza y te hace partícipe de ese juego y tú lo crees. En mi caso fueron dos personas, con lo cual yo dije: bueno, alguna cosa habrá que me lo busco yo". Liberada de este lastre, aún hoy le queda alguna secuela. "Mi hermano, mi abusador, se está muriendo. No me dejan verlo y la culpa que siento es que a lo mejor él me quiere pedir perdón y no le voy a dar esa oportunidad".
Sentirse responsable de que la familia se rompa también mortifica a la víctima. "Crees que si lo cuentas vas a hacer un daño increíble y va a explotar toda la familia. Cómo voy a decir que mi padre está abusando de mí, mi madre no lo va a soportar, con lo cual me callo". Ella fue tan considerada que si en su día no se suicidó, dice, fue por no hacer sufrir a su madre. "Llené la bañera con agua templadita, cogí las cuchillas y todo, me fui marcando y pensé: huy, pero qué trauma si mi madre entra y me ve aquí en la bañera llena de sangre, pobrecita, no se lo merece. Encima, culpable: perdón, no voy a molestar".
Una vez se sincera con la familia, la víctima no siempre encuentra comprensión. "En cuanto dices: yo ya no me quiero sentar en la mesa con el abusador, no quiero pasar las navidades con él, los demás dicen: ahora no podemos estar juntos, por qué lo rechazas al cabo de los años, si has estado con él. Mi abusador fue mi padrino de boda y me decían: no te entiendo. Pues simplemente es porque se te cae el velo entero y dices: me quiero respetar".
Anorexia, bulimia, amnesia, insomnio, estrés, trastornos sexuales, baja autoestima... Charo cita de carrerilla las posibles secuelas de haber sufrido abusos en la infancia y advierte de la falta de concienciación de la sociedad. "No hay programas de prevención. Vas a una asociación de padres y madres de alumnos y hay cursos de circulación vial, de mi niño no me come, pero esto es importante también, porque el abusador no solo está en casa, puede ser el monitor". Sin ánimo de crear "un miedo social", esta terapeuta subraya la necesidad de poner recursos a disposición de las víctimas. "Si no hay información, seguimos en el silencio y, cuando alguien saca una película, todo el mundo se echa la mano a la cabeza. Somos un poco hipócritas".
Ejemplo de que "de esto se sale", Charo anima a quienes hayan sufrido abusos a mirar hacia adelante. "No eres el único, somos muchos. Rompe el silencio, quítate el peso de la culpa y perdónate a ti mismo. Tienes mucho por hacer".
Joan Montané
Escritor
"Mi padre era muy normal, nadie habría sospechado"
Desde los seis o siete años hasta la adolescencia, Joan Montané sufrió abusos por parte de su padre. Un tipo similar al protagonista de la película de Montxo Armendáriz. "Mi padre era una persona absolutamente normal, nadie habría sospechado. Ese es el gran problema que tienen muchos de los abusadores familiares. Uno se imagina un pedófilo como alguien marginal con muchos problemas y, en realidad, la apariencia no es esa. Evidentemente que algún problema tienen, pero no se adivina fácilmente y la sociedad no es consciente de esto".
Autor de dos libros sobre abusos sexuales en la infancia, Joan sostiene que sufrirlos siendo un chico supone un "estigma añadido" porque la mayoría de abusadores son hombres. "Para un niño admitir que ha sido abusado es un conflicto quizás un poco mayor porque se puede poner en duda tu sexualidad, la vergüenza es mucho mayor". Por eso, dice, muchos lo ocultan. "No contarlo significa que no vas a solucionar el problema principal, que es el que tienes tú. Hay que contarlo, pero también es verdad que eso significa meterte en muchos problemas, empezando por la propia familia, que en muchas ocasiones no te cree o no quiere creerte o te dice: bueno, eso ya ha pasado, olvídalo, sigue adelante, como si fuera algo tan sencillo". La sociedad, desinformada, tampoco pone de su parte. "No es un tema que guste, se prefiere obviar o dejar de lado".
La opción de denunciar la descarta. "La mayoría, cuando sacamos esto, tenemos 30 o 40 años. Entonces ya no puedes denunciar porque los casos han prescrito y si puedes denunciar, no te hace caso nadie. Es bastante penoso", asegura. No hay más que echar un vistazo a las prisiones. "Hay una gran hipocresía en la defensa del bien del menor. Hay un 20% de abusos, lo que supone un número de abusadores enorme, la mayoría intrafamiliares. ¿Dónde están? En la cárcel no hay ninguno". Él nunca acudió a un juzgado. "Yo hice una denuncia social. Para mi padre, que ya está muerto, fue el ostracismo más absoluto".
Francina. MADRE
"Mi hija no quiere ir con papi porque le hace pupa en el 'pepe'"
Divorciada de su marido, al que denunció por maltrato, Francina tiene el convencimiento de que su hija ha sufrido abusos por parte de su padre desde los 18 meses a los cuatro años. "Ha tenido todos los síntomas: vómitos, diarrea, desmayos, ansiedad, no poder dormir, lesiones... De mayorcita ya dice que no quiere ir con papi porque le hace pupa en el pepe. Lo dice en el colegio, a la pediatra, a la psicóloga...".
Pese a todo, las denuncias interpuestas por los propios médicos han quedado en papel mojado. "La entrevista a la niña fueron tres minutos en una habitación con un señor, sin juegos ni nada, como si fuera un adulto. Se ve que dijo: mi madre ha dicho que lo cuente y entonces ya me acusan de síndrome de alienación parental. Anteriormente, en la sala de espera, la pediatra me había dicho: dile a la niña a qué ha venido, que cuente lo que nos cuenta a nosotras. Las lesiones o haber sido denunciado por su segunda mujer por malos tratos no lo toman en cuenta. Ni siquiera le hacen una entrevista a él".
Francina, que cedió la custodia de la niña a la administración para que la "protegieran" y ahora trata de recuperarla, no confía en la justicia. "Para que puedas denunciar a un padre abusador la niña tiene que estar reventada".