lunes, 13 de agosto de 2012

La responsabilidad de la sociedad.


Los niños son recibidos por la cultura con toda la potencialidad que se les ha otorgado con el solo hecho de existir. En las más románticas de las situaciones, un nuevo ser es recibido con el afecto positivo de su familia, los padres lo esperan con ansia y tienen todo preparado para él.

Los padres, cumplen con la función de ayudar a la formación de un Yo capaz de relacionarse de manera autónoma y eficaz, así como mantener un apego seguro con ellos, que les permita crear una autoestima lo más pleno posible, continuándolo acompañando en el proceso de su desarrollo como persona, fungiendo a su vez e implícitamente como un medio protector inmediato de los peligro de la vida actual. Las expectativas que se presentan del “cómo debe ser” esta relación padres e hijos, es truncada muchas veces, tendemos a colocar sobre nuestros hijos una idealización de lo que nosotros no fuimos. Cuando se presenta un conflicto, las responsabilidades no son aceptadas sin que la sombra de la culpa esté presente, no omito mencionar que nos referimos a la “responsabilidad” no solo como afrontar las consecuencias de los actos, sino como la “calidad de la respuesta” ante estos conflictos.

Para un niño, casi todo proveniente del medio introyectado como parte de sí mismo, y tanto los aspectos positivos como los negativos contribuyen a su estructura, ahora bien, cuando el niño ha sido perturbado en su sexualidad, se esperaría que las personas a su alrededor le otorgaran su apoyo y sobre todo, la seguridad y confianza que le han arrebatado con tan brutal hecho, solo los afectos positivos pueden aminorar los daños causados al menor. ¿Pero qué sucede si ocurre lo contrario? ¿Si por ignorancia de cuál sea la respuesta más conveniente ante estas situaciones se aumenta el efecto traumatizante del niño? ¿Qué ocurre si no se establece una base de contención y conexión empática con el infante? La primera reacción ante el descubrir, o el escuchar una confesión sobre un ASI determinará el manejo de la situación y sobre todo la recuperación de la víctima y sus familiares. Las secuelas que arrastran un ASI se pueden reducir, (en el caso de una intervención oportuna) eliminar (en caso de que esté manifestando en síntoma) o, mejor aún evitar su aparición.

En primer caso hablamos de los padres para realizar la función protectora de sus hijos, pero, como es bien conocido, la mayor parte de los abusos ocurren en las familias lo que coloca en disyuntiva (aunque no debiera de serlo) la manera más idónea de responder ante la demanda del niño, esperándose fuese de confianza, amor y actuar legalmente sobre dicho delito. En caso de no presentarse de esta forma utópica, ¿qué es lo que procede? Siguiendo en los pasos de lógicos de nuestra indiscutible realidad, lo que ocurriría sería NADA.

Citando a Martin Luther King “No me aterra la maldad de los malos sino la indiferencia de los buenos” .Ahora bien, refiriendo a la responsabilidad de la sociedad ante el conocimiento de que se está cometiendo un delito y no mover un dedo para posicionarse en la fila de hacer justicia y brindarle una mejor o al menos una situación de vida más tranquila a la víctima. Que no son los “buenos” quienes no realizan actos delictivos, sino los que actúan al ver que sucede, muy a pesar de que la víctima tenga algún parentesco con él o sea hijo o hija de alguien importante en la comunidad se debe hacer lo correcto.

No nos preguntemos después, el porqué de la existencia de tanta delincuencia en nuestro entorno, ni los engaños, ni los secuestros. Todo es consecuencia de una sociedad indiferente e individualista que pretende el bienestar únicamente propio y el de su familia que pudiendo ver más allá no se preocupó y si antes teníamos al niño maltratado de la vecina, ahora tendremos el secuestrador de nuestro hijo.

Como suplica especial, y hablando por todas las víctimas que gritan por dentro, no nos convirtamos como sociedad en el padre ausente, en el padre egoísta, en el padre castigador, en el padre ciego, o peor aún, en el mal de la sociedad actual, el padre indiferente, quien está, conoce, pero no actúa, no le importa simplemente porque no es él a quien le ocurre.

Seamos una sociedad que se empatiza, que es sensible a las situación pero que esa sensibilidad le da fuerzas para denunciar, proteger y amar a quienes nos necesita. Retomemos esa función protectora unos con otros, seamos amables, accesibles, confiables y que confían, devolvámonos el sustantivo de SERES HUMANOS que parece nos aferramos a borrar.

Recolectemos información, hagámosla accesible, hablemos sin miedo, cuidemos y protejamos a los niños sean nuestros o no. Actuemos, la mejor prevención es el amor, el cuidado, la confianza, la comunicación. El peligro existirá, pero hagámosle saber a nuestros niños que existe un lugar seguro para ellos, que serán atendidos, valorados y escuchados. Pongámonos en su situación por un segundo y comprenderemos que es lo que necesita de nosotros y si está en nuestras manos hacerlo démosle esa oportunidad de sentirse protegido por el adulto como lo indica el curso natural de la vida.

Despertar conciencias y actuar, es una de las funciones que cumple este blog, a quien agradezco, principalmente a su creador al ser una de las personas enfocadas en la meta, ASI nunca más. La calidad del ser humano detrás de las miles de visitas para la recolección de la información, nos da un ejemplo de la sociedad organizada que necesitamos con una lucha y un objetivo que poco a poco podrá cumplirse, y al conocer la noticia de que somos más nos da el aliento necesario para seguir en el camino. No nos equivocamos, juntos como ciudadanos responsables podemos ser ese padre y ese ejemplo a seguir que todo niño necesita. Creemos como sociedad mejores seres humanos para lograr de este mundo un lugar seguro y pleno para todos.


Por: María Fernanda Coronado Noreña
Grupo Freedom
Asociación de Psicología Humanista Tampico, Tamaulipas.

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