Tras una sonrisa Lulú guarda todo el dolor que lleva en su alma. Tres años en terapia no han sido suficientes para olvidar la pesadilla que su padrastro le hizo vivir.
"Me quedé embarazada tres veces, esas tres veces aborté", resume Lourdes Montalvo, víctima de abuso sexual.
Ella recuerda que apenas era una niña cuando supo que tendría un hijo, producto del abuso sexual de que era víctima, pero prefirió guardar silencio, al igual que miles de niñas y adolescentes que en este país atraviesan por ese tormento.
"México tiene el primer lugar en violencia sexual contra niños y niñas", dice la activista Laura Martínez Rodríguez, quien encabeza una asociación que atiende a personas que han sido abusadas.
Dice que no hay cifras oficiales sobre el número de niñas y adolescentes que se convierten en madres luego ser violadas, pero que a través de un método indirecto confirmaron que más de la mitad de las menores embarazadas fueron obligadas.
"A la población le cuesta mucho trabajo decir que sus niñas o sus adolescentes vivieron violencia sexual y más que se embarazaron, y todavía más fuerte, que fue por su papá, por el tío, por el abuelo", dice Martínez Rodríguez.
Diversas organizaciones aseguran que el año pasado, casi 10,000 bebés nacieron de madres de 10 a 14 años, la gran mayoría víctimas de relaciones sexuales no consensuadas.
Otro dato alarmante de este problema es que el 70% de los hombres que violan y embarazan a estas niñas y adolescentes, tienen entre 18 y 78 años de edad y son parientes o conocidos de la familia.
Por eso las heridas de este abuso van más alla de los pañales y los biberones. Movida por los recuerdos, Lulú ha tenido varios intentos de sucidio, a pesar de que su agresor ya está en la carcel.
"Ya no me va a regresar mi inocencia, mi dignidad", considera Montalvo.
Y para muchas otras la situación es peor, porque se sabe que el 90% de las víctimas de este delito cargan con una vergüenza que es suya y prefieren no denunciar.
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